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domingo, 18 de noviembre de 2018

El mito de Atalanta

Atalanta era una joven cazadora con una agilidad prodigiosa, conocida por ser la corredora más veloz de su tiempo, que decidió consagrarse y permanecer virgen, sin casarse. 

A pesar de su empeño, no dejaban de aparecer pretendientes que pedían su mano. Para evitarlos puso en marcha un plan que consistía en lo siguiente: el único hombre con el que se casaría sería aquel que lograra vencerla en una carrera. Todo aquel que lo intentase, pero perdiera, sería ejecutado.
Aunque Atalanta estaba convencida de que estas premisas alejarían a los molestos jóvenes interesados en ella, estos no se acobardaron y para su tristeza, pues en realidad era una persona sensible, mantenían su promesa y perdían la vida al intentar ganarla.
Un día un grupo de temerarios pretendientes decidieron probar suerte y eligieron a un muchado, Hipómenes, como juez de la carrera. El chico se preguntaba por qué esos hombres tan valerosos estaban dispuestos a morir por conseguir la mano de una chica. Todas sus dudas se disiparon cuando sus ojos se posaron en Atalanta: quedó impresionado ante su belleza. Se parecía a Hebe, diosa de la salud de la juventud y sirviente de los dioses durante sus banquetes.
A la señal de salida los pretendientes y Atalanta empezaron a correr. Al salir a toda velocidad, Atalanta le pareció a Hipómenes como una deliciosa brisa, capaz de ser brutal y a la vez tierna.

Atalanta demostró una vez más que su fama tenía fundamento, dejando pronto a los hombres atrás. Ganó la carrera y los pretendientes fueron alejados del lugar, para encarar su destino. Fue entonces cuando Hipómenes, quien como recordarás había sido el juez de la carrera, pidió intentar lograr la mano de Atalanta.
Atalanta escuchó su ruego y sintió una profunda tristeza, pues era un muchacho demasiado joven, amable y bien parecido. Si por ella hubiera sido, le hubiera dejado ganar para salvarlo de la muerte. No obstante, los espectadores la presionaron para prepararse para vencer a Hipómenes y ella había hecho una promesa.  
Mientras tanto, el joven se encomendaba a Afrodita pidiéndole que le otorgara velocidad. Afrodita que ya había usado sus artes para enamorar a Hipómenes de Atalanta, se acercó al chico sin ser vista y le entregó tres manzanas de oro y le ofreció consejo.
Sonó la señal de salida y ambos empezaron la carrera. Corrían a una velocidad inimaginable y aunque muchos vitoreaban a Hipómenes impresionados por su fuerza de voluntad, este pronto empezó a sufrir los efectos de la fatiga. Atalanta lo adelantó. Hipómenes desesperado, hizo rodar una de las manzanas de Afrodita, que llamó la atención de Atalanta. Ella recogió el objeto, presa de la curiosidad. Hipómenes tomó aire y corrió, adelantando a la muchacha que pronto volvió a colocarse casi a su altura. Él volvió a dejar caer una manzana y ella como hipnotizada se detuvo a recogerla: ¿quién podía pasar de largo ante una maravilla como esa fruta dorada? Hipómenes ya podía ver la meta, pero la joven volvía a estar prácticamente a su altura. El corazón de Hipómenes parecía estar al límite.
El muchacho volvió a encomendarse a la diosa del amor y la belleza y tiró al suelo su última manzana. Atalanta vio el destello y hubiera proseguido la carrera, de no ser porque Afrodita hizo que girara la cabeza y le inyectó un deseo imperioso de tener la fruta entre sus manos. En contra de su voluntad, Atalanta se detuvo a recoger la manzana al tiempo que Hipómenes cruzaba la meta.
El muchacho no podía creer su suerte, sería el esposo de Atalanta. La joven por su parte sintió alegría de ver salvada la vida del chico y de poder pasar su vida con alguien tan valiente. Además, llegado ese momento, tras haber sido perseguida durante tanto tiempo, había perdido un poco el gusto por acechar y cazar animales.

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